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n su sentido más amplio se refiere a la
música monofónica y, de acuerdo con la tradición antigua, sin acompañamiento,
de las liturgias cristianas de Oriente y Occidente. En su aplicación más
específica, se refiere a los repertorios cantados de la cristiandad latina (en
particular los del rito romano), aunque también puede referirse al canto llano neoanglicano cantado
en las iglesias francesas de los siglos XVII al XIX.
Su historia
hasta el siglo VIII
Si bien el canto parece haber formado
parte del rito cristiano desde el tiempo de los apóstoles, se sabe
relativamente poco de su uso anterior al siglo IV. La interpretación de los
registros antiguos se complica por el uso indistinto de los términos “salmo”,
“himno” y “canto”. No obstante, en el Nuevo Testamento se citan los textos de
algunos himnos antiguos y otros han sobrevivido en colecciones como las Odas de
Salomón, que datan del siglo II en Alejandría. Con la legalización del cristianismo
bajo el emperador Constantino I (Edicto de Milán, 313), la Iglesia contaba con
el apoyo del Estado, su rito era público y su congregación muy numerosa. La
mayoría de los himnos antiguos no bíblicos (con notables excepciones como el
Gloria in excelsis y el himno de la tarde Phos hilaron) no escaparon al proceso
de afianzamiento doctrinal que llevó también a la protección de un canon con
escrituras cristianas. En su lugar se adoptó la entonación de salmos bíblicos
poco antes impulsada y divulgada por el monasticismo egipcio. La regla era la
interpretación sin acompañamiento, respaldada con intensas polémicas y una
legislación canónica contrarias a las tradiciones paganas de la música
instrumental. El siglo IV atestiguó también el surgimiento de “ritos” o usos
litúrgicos regionales, urbanos y monásticos, con la incorporación de diversos
tipos de oraciones diarias comunes (la “Liturgia de las Horas”, también llamada
“Oficio Divino”) y de la Eucaristía dominical. La rápida multiplicación de los
días religiosos festivos tuvo como resultado la formación de ciclos anuales de
adoración sobrepuestos a los ciclos diarios y semanales existentes, desarrollos
que se complementaron musicalmente con la creación de repertorios de canto
llano locales sobre textos fijos (el “Ordinario” de la misa) y variables (el
“Propio” de la misa). En algunas regiones se incluyeron nuevos himnos
compuestos por figuras como san Ambrosio (c. 339-397), san Efrén el Sirio (c.
306-373), san Romanos (m c. 560) y san Sofronio (c. 560-638). La
diversificación litúrgica se contrarrestó con el préstamo frecuente entre los
diferentes ritos. Los monjes cenobíticos crearon ritos mixtos que combinaban
salmodias urbanas y monásticas, incluyendo el Oficio Divino establecido por san
Benedicto (c. 480-c. 547), procedimiento imitado posteriormente en todo el
occidente latino.
Libros de canto y notación
Los escritos de canto más viejos inmovilizan
textos para ser cantados sin notación. Al instante de su aparición en el siglo IX, la clave indicaba
la altura y descenso de las composiciones sin descripción puntual de las elevaciones.
Solamente hasta el siglo XIso lograron concluir libros completos de cantos
escritos con una notación y una altura exacta y puntual en su melodía. Algunos
libros de este tipo hacían uso de líneas horizontales iguales a las de nuestro
actual pentagrama origiarias de las ideas de Guido d’Arezzo, c. 1030.
Algunas notaciones neumáticas viejas, en específico
la aclamada notación de St. Gallen, refieren a indicaciones para prolongar y recalcar
ciertas notas por medio de acentos. Sin embrago, no se tiene certeza de si
dichas notas implicaban valores de nota rigurosamente equivalentes (como el semejante
actual a las figuras de negra y corchea), pues su uso era relativamente poco
sistemático y los escritos teóricos contemporáneos algo ambiguos al respecto.
Los cantos del Propio de la misa están contenidos en el Gradual, y los del
Oficio en el Antifonal, ambos libros que contienen sus cantos llanos. El Cantatorium
contiene sólo las secciones de cantos de la misa entonados por solistas,
mientras que el Tropario contiene tropos, valga la redundancia, a menudo secuencias,
en ocasiones dramas litúrgicos y material del Cantatorium. El Tonario era un
libro con funciones didácticas que contenía antífonas clasificadas de acuerdo
con su modo. A partir del siglo XII era común incluir cantos en los libros de
plegarias y lecciones. Estos libros combinados son el Misal (para la Misa) y el
Breviario (para el Oficio). Muchos de ellos omiten la notación musical. Es poco
probable que el coro usara los libros de canto durante el servicio. La notación
de la mayoría de los libros más antiguos es demasiado pequeña incluso para ser
leída por una sola persona en el servicio; simplemente eran libros de
referencia. A partir del siglo XIII los manuscritos comenzaron a adoptar una forma lo
suficientemente grande para ser leídos por más de un cantor; no obstante, hasta
antes del siglo XV muchos cantores eran iletrados en música.
A continuación se clasifican los cantos
gregorianos en tipos. Otros cantos tradicionales, como el canto ambrosiano o el
canto mozárabe, pueden seguir otra clasificación ligeramente distinta.
·
Plegaria
·
Lectio
·
Salmo
·
Cántico
·
Himno
·
Prosa
·
Antífona
·
Responsorio
·
Entrada
·
Gradual
·
Tracto
·
Alleluia
·
Secuencia
·
Ofertorio
·
Comunion
Referencias
Diccionario Enciclopédico de
la música, ALISON LATHAM FONDO, 2008, Fondo de Cultura Económica
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